martes, 29 de abril de 2008

AFUPLA, 1 DE MAYO, CONMEMORANDO EL DÍA INERNACIONAL DE LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES



Los trabajadores y trabajadoras de las Universidades Públicas a todos los hombres y mujeres de trabajo del país

El Año 1886 en los Estados Unidos los trabajadores y trabajadores desarrollaron masivas movilizaciones que, con unidad y decisión lograron reducir la jornada laboral, conquistando las ocho horas de trabajo. Reivindicación fundamental que permitió mejorar las condiciones de vida de los explotados que, se veían sometidos a extenuantes jornada de trabajo.

En los próximos días en todos los países del mundo los trabajadores saldrán a las calles para marchar hacia las plazas centrales para conmemorar la gesta popular del 1º de mayo de 1886, pero también para hacer presente a los gobernantes de turno que aún quedan transformaciones sociales que realizar y que los trabajadores se mantienen organizados y preparándose para realizar los cambios que lleven felicidad a todos los seres humanos.

Ningún trabajador honesto y comprometido con los intereses de su comunidad puede quedar al margen de conmemorar el ejemplo de valor y abnegación que nos entregaran los Mártires de Chicago hace 122 años y, hoy los trabajadores de la Universidades públicas de Chile, lo hacemos recordando aspectos relevantes de aquella gesta de los y las trabajadoras.

Orígenes de la lucha por la jornada de las ocho horas

En 1868 el Gobierno de los Estados Unidos de América, siendo Presidente de la Nación Andrew Jonson, reconoció por ley el derecho a la jornada de ocho horas de trabajo, pero sólo para los empleados de los organismos federales y de los trabajadores de obras publicas, concesionadas a particulares. Esta Ley se conoció como la “Ley Ingersoll”:

“Articulo 1º.- La jornada de trabajo se fija en ocho horas para todos los jornaleros u obreros y artesanos que el Gobierno de los Estados Unidos o el Distrito de Columbia ocupen de hoy en adelante. Sólo se permitirá trabajar como excepción más de ocho horas diarias en casos absolutamente urgentes que puedan presentarse en tiempo de guerra o cuando sea necesario proteger la propiedad o la vida humana. Sin embargo, en tales casos el trabajo suplementario se pagará tomando como base el salario de la jornada de ocho horas. Éste no podrá ser jamás inferior al salario que se paga habitualmente en la región. Los jornaleros, obreros y artesanos ocupados por contratistas o subcontratistas de trabajos por cuenta del Gobierno de los Estados Unidos o del Distrito de Columbia, serán considerados como empleados del Gobierno o del Distrito de Columbia. Los funcionarios del Estado que deben efectuar pagos por cuenta del Gobierno a los contratistas o subcontratistas, deberán cerciorarse, antes de pagar, de que los contratistas o subcontratistas han cumplido sus obligaciones hacia sus obreros; no obstante, el Gobierno no es responsable del salario de los obreros.

Artículo 2.- Todos los contratos que se concerten en adelante por el Gobierno de los Estados Unidos o por su cuenta (o por el Distrito de Columbia, o por su cuenta), con cualquiera corporación o persona, se basarán en la jornada de ocho horas, y todo contratista que exigiere o permitiere a sus obreros trabajar más de ocho horas por día estará contraviniendo la ley, salvo los casos de fuerza mayor previstos en el artículo 11.

Artículo 3.- Los que contravengan a sabiendas esta prescripción, serán pasibles de una multa de 50 a 1.000 dólares, o hasta de seis meses de prisión, o de ambas penas conjuntamente.”

Por supuesto esta Ley fue resistida por los grandes contratistas; los trabajadores debieron mantener una lucha constante para hacerla respetar. La intransigencia de los patrones y su renuencia a respetar la ley, conducirá a los trágicos de Chicago.

En 1873 los trabajadores comenzaron a organizarse para defender sus condiciones de vida, se reunieron para tomaron importantes decisiones. La Sección Norteamericana de la Internacional convocó a realizar mítines permanentes para exigir de los gobernantes solución a las graves condiciones de trabajo. En 1873 se desató una crisis económica, que arrojó a la cesantía a miles de trabajadores. En el invierno de 1872-1873 se habían producido cientos de fallecimientos por causa del hambre y del frío, situación de la que no se tenía memoria en ese país. Se comenzó a exigir una ración de alimento diario para los cesantes, un plan de obras públicas y prórroga para cancelar el pago de los arriendos.

La agitación continuó, sin decaer, hasta que en 1877 los obreros ferroviarios de la ciudad de Pittsburg comenzaron un movimiento huelguístico que se extendió a diecisiete Estados, constituyéndose en el movimiento más potente que enfrentó al gran capital. El Gobierno movilizó al Ejército en contra de los huelguistas. Como resultado de esto, en la ciudad de Maryland el enfrentamiento entre soldados y obreros dejó un saldo de 10 trabajadores muertos. En Pittsburgh, los trabajadores apedrearon a los militares, obligándolos a replegarse, luego asaltaron la maestranza ferroviaria, destruyendo 120 locomotoras e incendiando 1.600 vagones. En la ciudad de Reading, soldados y obreros confraternizaron y se enfrentaron al contingente de refuerzo militar que fue enviado a dicho lugar; los trabajadores ajusticiaron a algunos militares represores y, también, hubo cientos de víctimas entre los obreros. En Saint Louis todos los gremios se sumaron al movimiento; los trabajadores se apoderaron de la ciudad, se prohibió el tránsito por los puertos y durante ocho días los sindicatos tomaron la administración directa de fábricas y tiendas e incluso dictaron leyes para organizar la convivencia ciudadana.

En esos años, la lucha de clases se expresó con tal violencia, que los patrones ya no confiaron sólo en la capacidad de los militares para defender sus privilegios; comenzaron a aumentar y reforzar la organización de guardias civiles armadas; emergiendo, a gran escala, en la escena política social los grupos de asesinos y de matones que organizaron cuadrillas de rompehuelgas para enfrentar a los trabajadores organizados. Pero, pese a la introducción de métodos gangsteriles por parte de la patronal, el movimiento de los trabajadores siguió su senda ascendente.

No fue una casualidad entonces, que fuera en la ciudad de Pittsburgh donde se constituyera, en 1881, la American Federation of Labor (AFL) Federación Norteamericana del Trabajo. En su Tercer Congreso, celebrado en el año 1883, la AFL acordó exigir de las autoridades el cumplimiento de la legislación y que se pusiera en aplicación efectiva en todos los establecimientos, públicos y privados del país, la jornada de ocho horas.

Un año después, en el balance realizado por los dirigentes sindicales en el Cuarto Congreso de la AFL, celebrado en 1884, se constató que ni los políticos ni los empresarios estaban dispuestos a respetar la legislación; también, que eran cientos los movimientos parciales que se manifestaban en todos y cada uno de los Estados de la Nación del Norte demandando la reducción de la jornada de trabajo. Este diagnóstico se constituye en la evidencia que les permite sustentar el llamado a realizar una movilización simultánea en todo el país por la jornada de ocho horas. La fecha acordada para esta movilización fue el 1º de Mayo de 1886. La consigna era precisa: ¡A partir de esa fecha, ningún obrero deberá trabajar más de ocho horas por día! ¡¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho horas de reposo! ¡Ocho horas de recreación!

1º de Mayo de 1886: Jornada Universal de lucha por las ocho horas de trabajo.

Los trabajadores respondieron declarando la huelga en cinco mil establecimientos industriales, y se comprometió la participación de cerca de 340.000 trabajadores. En la mayoría de los establecimientos los patrones acordaron aceptar la demanda obrera y organizar el trabajo en función de una jornada de trabajo de ocho horas.

En casi todos los Estados el éxito fue rotundo, la movilización simultánea se transformó en la exhibición de una fuerza social nunca antes desplegada. Los trabajadores al actuar unidos lograron hacer comprender lo inútil que resultaba oponerse a una reivindicación tan sentida, pues a través de ella, los trabajadores y trabajadoras, comprendían que, al conquistar tiempo libre, podrían participar de una sociabilidad más enriquecedora, en la que ellos comenzarían a plantearse temas variados como el arte, la cultura y la recreación, inaugurando una nueva época en la relación de fuerzas sociales. En este sentido, la conquista de la jornada de trabajo de ocho horas implicó una revolución social en favor de las grandes mayorías.

Los sucesos de Chicago

En la ciudad de Chicago, también la mayoría de los trabajadores acudió al llamado de la Federación. Sólo en una fábrica no hubo paralización de actividades; se trataba de la Fábrica de Maquinaria Agrícola Mc-Cormik, situada en la zona norte de Chicago. La razón fue que esta empresa se encontraba funcionando con rompehuelgas, pues los trabajadores habían declarado la huelga meses antes, el 16 de febrero de 1886 y desde ese entonces encontraban expulsados de sus puestos de trabajo.

De ahí que al producirse la huelga general el día 1º de mayo, la empresa Mc-Cormik siguió funcionando, por lo que no tardaron en producirse enfrentamientos entre los trabajadores expulsados y los rompehuelgas. La Policía por su parte, comienza a alimentar la incertidumbre y la inseguridad al proceder a disolver el día 2 de mayo, en el centro de la ciudad un mitin que concentraba a trabajadores que aún no obtenían respuesta de compromiso de sus empleadores de que respetarían la nueva jornada de trabajo.

En la ciudad de Chicago la American Federation of Labor estaba representada por dos organizaciones, la Asociación de Trabajadores y Artesanos y la Unión Obrera Central, las que, ante la reacción de la policía el día 2 de mayo, deciden realizar un llamado a realizar el 3 de mayo un nuevo mitin, esta vez frente a la Fábrica Mc-Corrnik, como una forma de manifestar su repudio tanto a la policía como a los rompehuelgas, que prestaban su concurso en beneficio de los intereses de la burguesía.

Frente a la empresa Mc-Cormik se congregaron más de veinte mil personas. Los trabajadores esperaron que sonara la campana que indicaba el término de la jornada, y a la salida de los rompehuelgas iniciaron una rechifla generalizada, o una funa como diríamos ahora, para denostar la conducta de los reemplazantes de los obreros en huelga. En momentos en que las pedradas y el lanzamiento de distintos objetos en contra de los traidores arreciaba, se hizo presente una compañía de policías, que sin mediar aviso comenzó a disparar a los trabajadores. Nueve muertos y centenares de heridos fue el saldo de la brutal acción policíaca.

Los dirigentes obreros no se dejaron amedrentar y llamaron por la prensa obrera a un nuevo mitin para el día 4 de mayo, a realizarse esta vez en la Plaza de Haymarket. El periódico Arbeiter Zeitung, dirigido por August Spies, clamaba en ardientes palabras:

“Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica Mc-Cormik, se fusiló a los obreros ¡Su sangre pide venganza!

¿Quién podrá ayudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros ¡Al terror blanco responderemos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.

Es la necesidad la que nos hace gritar: !A las armas!

Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vinos costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...

¡Secad vuestras lagrimas. los que sufrís!

¡Tened coraje!, esclavos ¡Levantaos!

El Mitin del día 4 de Mayo

El día 4 de mayo acudieron a la Plaza de Haymarket más de veinte mil trabajadores y la tribuna fue presidida por la mayoría de dirigentes que posteriormente se convertirían en los mártires de Chicago. Cuando el mitin se estaba disolviendo y sólo quedaban unos cuantos centenares de personas en los alrededores de la Plaza de Haymarket, ciento ochenta policías tomaron posición de disparo frente a los trabajadores que se retiraban del mitin. Antes de levantarse los fusiles, alguien lanzó un artefacto explosivo sobre la línea de policías, provocando la muerte instantánea de uno de ellos e hiriendo de muerte a otros seis y a sesenta con heridas leves.

La explosión de la bomba no sólo desató el pánico entre los concurrentes a la Plaza de Haymarket, sino también dio inicio a una cruel represión que dejó como saldo treinta y ocho obreros muertos y 115 heridos.

Antes de caer la noche la ciudad fue puesta en estado de sitio y se impuso el toque de queda. Las tropas militares ocuparon los barrios obreros y se procedió a la más brutal persecución. Los locales sindicales, los diarios populares y los domicilios de los dirigentes fueron allanados y destruido todo objeto, artefacto u símbolo que significara emancipación de los trabajadores. Las imprentas, las bibliotecas, los estandartes sociales, todo los enseres propios de la cultura obrera fueron destruidos. Se desató una brutal ofensiva patronal en contra de los trabajadores, La burguesía compró jueces, policías, periodistas y soplones para poner en ejecución una gigantesca intriga que permitiera culpar a los dirigentes obreros que habían ocupado la tribuna para arengar a los trabajadores, de ser ellos autores de la confección y activación de la bomba lanzada en contra de la tropa que se había reunido en disposición de disparar sobre la muchedumbre desarmada.

Augusto Spies, Miguel Schawab, Oscar W. Neebe, Adolfo Fischer, Louis Lingg, George Engel, Samuel Fielden y Albert Parsons fueron encarcelados y en un juicio casi sumario, el 20 de Agosto de 1886, se resolvió la condena a muerte por medio de la horca a Spies, Schawab, Lingg, Engel, Fielden, Parsons y Fischer y a Oscar Neebe a 15 años de prisión.

El día 11 de noviembre de 1887 se procedió a matar por ahorcamiento a cinco de los condenados: Spies, Parsons, Engel, Fischer y Lingg. Sus funerales fueron de tal masividad, que volvieron a recordar las grandiosas movilizaciones que años antes ellos habían conducido. Desde ese mismo día los trabajadores comenzaron a referirse a ellos como los “mártires de Chicago”.

Seis años después, en 1893, al llegar un nuevo Gobernador a la ciudad, John Algeld, autorizó la revisión del proceso que puso en evidencia que todo había sido una intriga y que los condenados no eran culpable de cargo alguno. Entonces fueron liberados los últimos tres acusados que permanecían en prisión.

Este es el ejemplo de consecuencia que legaron a la humanidad los Mártires de de Chicago. Sin claudicar de sus ideales, no solo tuvieron la entereza de aceptar el sacrificio impuesto por una burguesía que, a través de su ajusticiamiento pretendió acallar las miles y miles de voces que exigían cambios en el trato laboral, sino que tuvieron la entereza de legar para la posteridad un potente un mensaje de esperanza a los que se esfuerzan por construir un futuro mejor.

Conquistar la jornada de ocho horas de trabajo significó sacar a los trabajadores de la barbarie en que capitalismo salvaje pretendía mantenerlos. La conquista de la reducción de la jornada de trabajo es la conquista de liberación más importante y sobresaliente de toda la reciente historia moderna y, se la debemos a la acción de los trabajadores organizados.

Por eso la recordamos…es nuestra historia…es la historia de los trabajadores

¡Viva el Primero de Mayo! ¡Viva la lucha de los trabajadores!

1º Mayo 2008

FEDERACIÓN NACIONAL DE ASOCIACIONES DE FUNCIONARIOS UNIVERSIDADES ESTATALES DE CHILE (FENAFUECH)

Fragmentos de los discurso de los Mártires de Chicago al momento de enfrentar la farsa judicial que los condenó:

August Spies:

“...Qué hemos dicho en nuestros discursos y en nuestros escritos? Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales; le hemos hecho ver los fenómenos sociales y las circunstancias y las leyes bajo las cuales se desenvuelven; por medio de la investigación científica hemos probado hasta la saciedad que el sistema del salario es la causa de todas las iniquidades, iniquidades tan monstruosas, que claman al cielo. Nosotros hemos dicho, además, que el sistema del salario, como forma específica del desenvolvimiento social, habría de dejar paso, por necesidad lógica, a formas más elevadas de civilización; que dicho sistema preparaba el camino y favorecía la fundación de un sistema cooperativo universal, que tal es el Socialismo. Que tal o cual teoría, tal o cual diseño de mejoramiento futuro, no eran materia de elección, sino de necesidad histórica, y que para nosotros la tendencia del progreso era la de una sociedad de soberanos en la que la libertad y la igualdad económica de todos produciría un equilibrio estable como base y condición del orden natural...

“... Yo he expuesto mis ideas. Ellas constituyen una parte de mí mismo. No puedo prescindir de ellas, y aunque quisiera, no podría. Y si pensáis que habréis de aniquilar esas ideas, que ganan más y más terreno cada día, mandándonos a la horca, si una vez más aplicáis la pena de muerte por atrevernos a decir la verdad -y os desafiamos a que demostréis que hemos mentido alguna vez- yo os digo que si la muerte es la pena que imponéis por proclamar la verdad, entonces estoy dispuesto a pagar tan costoso precio. ¡Ahorcadnos! La verdad crucificada en Sócrates, en Cristo, en Giordano Bruno, en Juan Huss, en Galileo, vive todavía; éstos y otros muchos nos han precedido en el pasado. ¡Nosotros estamos prontos a seguirles!..”

“...Llegará la hora en que nuestro silencio será mucho más elocuente que las voces que ustedes estrangulan hoy. Este es el momento más feliz de mi vida...”

Miguel Schawab

“... Seguramente no despegaría mis labios si mi silencio no pudiera interpretarse como un cobarde asentimiento a la comedia que acaba de desarrollarse.

Habláis de una gigantesca conspiración. Un movimiento social no es una conspiración, y nosotros todo lo hemos hecho a la luz del día. No hay secreto alguno en nuestra propaganda. Anunciamos de palabra y por escrito una próxima revolución, un cambio en el sistema de producción de todos los países industriales del mundo, y ese cambio viene, ese cambio no puede menos que llegar.

Si nosotros calláramos hablarían hasta la piedras. Todos los días se comenten asesinatos: los niños son sacrificados inhumanamente, las mujeres perecen a fuerza de trabajar, y los hombres mueren lentamente, consumidos por sus rudas faenas, y no he visto nunca que las leyes castiguen estos crímenes.

Como obrero que soy, he vivido entre los míos, he dormido en sus tugurios y en sus cuevas; he visto prostituirse la virtud a fuerza de privaciones y de miseria, y morir de hambre a hombres robustos por falta de trabajo... En los grandes centros industriales de los Estados Unidos hay más miseria que en las naciones del viejo mundo. Miles de obreros viven en Chicago en habitaciones inmundas, sin ventilación ni espacio suficiente; dos y tres familias viven amontonadas en un sólo cuarto y comen piltrafas de carne y algunos restos de verdura. Las enfermedades se ceban en los hombres, en las mujeres y en los niños, sobre todo en los infelices e inocentes niños. ¿Y no es esto horrible en una ciudad que se reputa de civilizada?

El socialismo, tal como nosotros lo entendemos, significa que la tierra y las máquinas deber ser de propiedad común del pueblo. La producción deber ser regulada y organizada por asociaciones de productores que suplan a las demandas del consumo. Bajo tal sistema todos los seres humanos habrán de disponer de medios suficientes para realizar un trabajo útil, y es indudable que nadie dejará de trabajar.

Tal es lo que el socialismo se propone.

Hay quien dice que esto no es americano. Entonces, ¿será americano dejar al pueblo en la ignorancia, será americano explotar y robar al pobre, será americano fomentar la miseria y el crimen? ¿Qué han hecho los partidos políticos tradicionales por el pueblo? Prometer mucho y no hacer nada, excepto corromperlo, comprando votos en los días de elecciones. Es natural después de todo, que en un país donde la mujer tiene que vender su honor para vivir, el hombre se vea obligado a vender su conciencia.

...El anarquismo es hoy una aspiración que se realizará algún día... La anarquía es un orden sin gobierno. Es un error emplear la palabra anarquía como sinónimo de violencia, pues son cosas opuestas. En el presente estado social, la violencia se emplea a cada momento, y por eso nosotros propagamos la violencia también, pero solamente en contra la violencia, como un medio necesario de defensa...”

Oscar Neebe

”... Veinticinco policías allanaron mi casa el mismo día y encontraron un revólver y una bandera roja, de un pie cuadrado, con la que jugaba frecuentemente mi hijo. Yo no creo que sólo los anarquistas y socialistas tengan armas en su casa... Habéis probado que organicé asociaciones obreras, que he trabajado por la reducción de horas, que he hecho cuanto he podido por volver a publicar el ‘Arbeiter Zeitung’; he ahí mis delitos, pues bien; me apena la idea de que no me ahorquéis, honorables jueces, porque es preferible la muerte rápida a la muerte lenta en que vivimos. Tengo familia, tengo hijos, y si saben que su padre ha muerto lo llorarán y recogerán su cuerpo para enterrarlo. Ellos podrán visitar su tumba, pero no podrían, en caso contrario, entrar en el presidio para besar a un condenado por un delito que no ha cometido. Esto es lo que tengo que decir. yo os suplico: ¡Dejadme participar de la suerte de mis compañeros! ¡Ahorcadme con ellos!”

Adolf Fischer

“... Yo no he cometido en mi vida ningún crimen. Pero aquí hay un individuo que está en camino de llegar a ser un criminal y un asesino, y ese individuo es Mr. Grinnell, que ha comprado testigos falsos a fin de poder sentenciarnos a muerte. Yo le denuncio aquí públicamente. Si creéis que con este bárbaro veredicto aniquiláis nuestras ideas, estáis en un error, porque éstas son inmortales. Este veredicto es un golpe de muerte dado a la libertad de imprenta, a la libertad de pensamiento, a la libertad de palabra, en este país. El pueblo tomará nota de ello...”

Louis Lingg

“... Me acusáis de despreciar la ley y el orden ¿y qué significan la ley y el orden? Sus representantes son los policías, y entre éstos hay muchos ladrones. Aquí se sienta el capitán Schaack. El me ha confesado que mi sombrero y mis libros habían desaparecido de su oficina, sustraídos por los policías. ¡He ahí vuestros defensores del derecho de propiedad!

Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras respire. Declaro otra vez franca y abiertamente que soy partidario de los medios de fuerza. He dicho al capitán Schaack. y lo sostengo, que si vosotros empleáis contra nosotros vuestros fusiles y cañones, nosotros emplearemos contra vosotros la dinamita. Os reís probablemente porque estáis pensando 'ya no arrojará más bombas'. Pues permitidme que os asegure que muero feliz, por que estoy seguro que los centenares de obreros a quienes he hablado recordaran mis palabras, y cuando hayamos sido ahorcados, ellos harán estallar la bomba. En esa esperanza os digo: ¡Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad! !ahorcadme!”

George Engel

“... Cuando en 1878 vine de Filadelfia a esta ciudad, creía hallar más fácilmente medios de vida aquí que en Filadelfia, donde me había sido imposible vivir por más tiempo. Pero mi desilusión fue completa. Empecé a comprender que para el obrero no hay diferencia entre Nueva York. Filadelfia o Chicago, así como no la hay entre Alemania y esta república tan ponderada. Un compañero de taller me hizo comprender científicamente la causa de que en este rico país no pueda vivir decentemente el proletariado. Compré libros para ilustrarme más, y yo, que había sido político de buena fe, abominé de la política y de las elecciones y aun comprendí que todos los partidos estaban degradados y que los mismos socialdemócratas caían en la corrupción más completa. Entonces entré en la Asociación Internacional de Trabajadores. Los miembros de esta asociación están convencidos de que sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. De ella podemos aprender que la fuerza libertó a los primeros colonizadores de este país, que sólo por la fuerza fue abolida la esclavitud, y así como fue ahorcado el primero que en este país agitó la opinión contra la esclavitud, vamos a ser ahorcados nosotros...

Es cierto que tengo relaciones con mis compañeros de proceso, pero a algunos sólo los conozco por haberlos visto en reuniones de trabajadores. No niego tampoco que haya yo hablado en varios mítines, afirmando que si cada trabajador llevase una bomba en el bolsillo, pronto sería derribado el sistema capitalista imperante. Esa es mi opinión y mi deseo.

Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato al sistema que da el privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y quienes sus amigos. Todo lo demás yo lo desprecio, desprecio el poder de un gobierno inicuo, sus policías y sus espías...”

Samuel Fielden

“... Habéis traído aquí a los reporteros de la prensa burguesa para probar mi lenguaje revolucionario. y yo os he demostrado que a todas nuestras reuniones han podido acudir nuestros adversarios... y, en resumen, os digo que esos reporteros son hombres que no dependen sí mismos, que no son libres, que obran a instigación ajena, y lo mismo pueden acusarnos de un crimen que proclamarnos el más virtuoso de todos los hombres.

Si me acusáis de haber propagado el socialismo, y yo no lo niego, entonces ahorcadme por decir la verdad.

Si queréis mi vida por invocar los principios del socialismo, como yo entiendo que los he invocado en favor de la humanidad, os la doy contento, y creo que el precio es insignificante ante los resultados grandiosos de nuestro sacrificio...

Yo amo a mis hermanos, los trabajadores, como a mí mismo. Yo odio la tiranía, la maldad y la injusticia. El siglo XIX comete el crimen de ahorcar a sus mejores amigos. No tardará en sonar la hora del arrepentimiento. Hoy el sol brilla para la humanidad, pero puesto que para nosotros no puede iluminar más dichosos días, me considero feliz de morir, sobre todo si mi muerte puede adelantar un sólo minuto la llegada del venturoso día en que aquél alumbre mejor para los trabajadores. Yo creó que llegará un tiempo en que sobre las ruinas de la corrupción se levantará la esplendorosa mañana del mundo emancipado, libre de todas las maldades' de todos los monstruosos anacronismos de nuestra época, y de nuestras caducas instituciones.”

Albert Parsons

“...Ahora bien, señores, yo, como trabajador, he expuesto los que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos de su trabajo...

Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia.

¿Creéis, señores, que cuando nuestros cadáveres hayan sido arrojados a la fosa se habrá acabado todo? ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah, no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero, para demostraros vuestra injusticia y las injusticias sociales Que nos llevan al cadalso.

yo estaba libre y lejos de Chicago cuando vi que se había fijado la fecha de la vista de este proceso. Juzgándome inocente y sintiendo asimismo que mi deber era estar al lado de mis compañeros y afrontar con ellos, si era preciso, la sentencia, que mi deber era también defender desde aquí los derechos de los trabajadores y la causa de la libertad y combatir la opresión... Sólo tengo que añadir: aún en este momento no tengo por qué arrepentirme.”

Federación Nacional de Asociaciones de Funcionarios de Universidades Estatales de Chile (FENAFUECH)

Los trabajadores y trabajadoras de las Universidades Públicas a todos los hombres y mujeres de trabajo del país

jueves, 10 de abril de 2008

Contra el cierre de la Imprenta

Estimadas socias y socios:
Se les recuerda que la recolección de firmas AFUPLA - FEUPLA contra el cierre de la Imprenta continúa. Sigamos juntando firmas rechazando esta nueva "medida de ahorro" - encabezada por Sanhueza y Faivovich S.A. - para hacer conciencia en favor de la Universidad Pública y contra la externalización de servicios.
Quienes hayan recolectado firmas por favor entregarlas en Extensión (7mo. piso Edif. Institucional, Karen Medina) o en el Jardín Infantil (Casa Central, Miriam Ortiz).
Esperamos tu participación.
Atte.,
Directorio AFUPLA

CONCURSO ESCOLAR 2008


Convocatoria AFUPLA

CONCURSO ESCOLAR 2008

La Asociación de Funcionarios de la Universidad de Playa Ancha, AFUPLA, a partir de esta fecha convoca a los hijos e hijas de todos nuestros(as) asociados(as) al Concurso de Rendimiento Escolar, versión 2008. La invitación se extiende a todos y todas quienes se encuentren cursando la Enseñanza Básica, Enseñanza Media y Superior.

I.CATEGORÍAS:


A. Primero a Cuarto Año Básico

B. Quinto a Octavo Año Básico

C. Primero a Cuarto Año Medio

D. Enseñanza Superior Institutos Profesionales

E. Enseñanza Superior Universitaria


II. REQUISITOS:


a) Para las categorías A, B y C el promedio de notas igual o superior a 6,0 (Seis coma cero).

b) Para las categorías D y E el promedio de notas igual o superior a 5,5 (Cinco coma cinco).


Para las diversas categorías se debe presentar Informe de Calificaciones (Certificado de Notas) original y fotocopia.

III. PREMIOS:

a) Se premiará al Primer, Segundo y Tercer lugar de cada categoría, además de un reconocimiento especial a todos los participantes.

IV. PLAZO DE RECEPCIÓN DE ANTECEDENTES:

a) Viernes miércoles 30 de abril de 2008 en la Oficina de Partes, Casa Central, con el Sr. Omar Collarte Salinas; y en la Oficina de Coordinación de Vespertinos, con la Sra. Erica Urbina. La fotocopia del documento será visado por Omar Collarte y/o Erica Urbina y se devolverá el original de manera inmediata..

V. PREMIACIÓN:

Viernes 16 de mayo de 2008, Aula Magna Casa Central, 16 horas.